En este día, los asistentes al taller nos damos un respiro del juego y decidimos indagar un poco más (algunos no tanto) en la historia de nuestros respectivos personajes.

Fuego chico (JOMRA)

El humo no dejaba penetrar los rayos de sol; el edificio se había consumido hasta los cimientos. ¿Quién demonios tuvo la brillante idea de darle la habitación inflamable a una familia de elementales de fuego? «Pero se suponía inflamable, ¡¿cómo iba a pensar que ardería así?! Es absurdo, no es mi culpa», repetía entre sollozos Socore, el recepcionista novato.

Los bomberos llegaron pronto, aunque ya era demasiado tarde. El incendio, como lo calificaron los medios, siempre usando las mismas socorridas frases, fue «dantesco». La espuma usada consiguió tapar las llamas hasta su extinción… ¡Pobre y desdichada familia! El entorno no les permitió el control de su inmaterial ser y perecieron ante la blancuzca sustancia, siendo el incesante humo lo único que quedó de ellos… ¿casi? Cofu, al parecer, sobrevivió. ¿Como? Se preguntará el lector; pues sí, tres veces al día más la tapa con el café de media mañana; pero volvamos a la historia.

Cofu, sin querer queriendo, continuaba ardiendo, ya casi sin fuerza ni energía, sobre un pequeño libro de viajes, debajo de unos escombros de concreto que permitían leve ingreso de aire y le protegieron de la espuma.

El realmente menguado inmaterial sintió pena, vergüenza y todo lo demás; no quería que le vieran… ¡No quería que le mataran! Su familia pereció ante esos minerales de rojo. Huyó hacia la ciudad espacio-puerto. ¿Dónde debería ir?

A cualquier otro planeta.

Frida (EMMA)

Frida nació en una escarpada cueva, donde una de las lunas de Brumaro la llenaba de luz verde cada Saturnario. Hija de una girasol, su madre miraba solo al suelo. Cansada de esperar que la estrella elevara la expresión materna, salió de su hogar en busca de una antorcha cósmica que iluminara su hogar primigenio, y fue así como, una noche cualquiera, después de preguntar a los seres minerales, primos lejanos suyos expertos en cosmogonía, por los distintos mapas estelares; después de hallar en los seres antológicos preguntas que generaron más dudas, que a su vez no obtuvieron respuesta; después, en definitiva, de encontrarse más perdida que al principio, decidió embarcarse en el trolebús comandado por libélulas híbridas, camino de Espacio Puerto, segura de encontrar en su aventura la antorcha cósmica que elevara la cenicienta frente de su madre girasol.

Mercurito (TOÑO)

Eso mismo se preguntaba él: «¿Por qué he llegado a esta extraña ciudad? Y vaya nombrecito, Espacio-Puerto. ¡Ni que pudiese haber un espacio en el puerto, ni un puerto en el espacio!» Miró alrededor y comprobó que el grupo que le acompañaba era mucho más extraño de lo que le había parecido desde un principio. Quiso seleccionar uno a uno, con pruebas específicas para cada instrumento, perociertamente todo resultaba bastante complicado. La orquesta, La Gran Orquesta Sideral del Mineral, que pretendía formar el profesor Mercurito, estaba teniendo serias dificultades.

El profesor Mercurito no siempre había sido profesor, pero siempre había sido Mercurito. De niño, como mineral que era, le pusieron un nombre apropiado y en diminutivo. Cuando creció, que no fue mucho, siguió con su nombre y su diminutivo. Como a todos los metales, le gustaba la música, tenía 20 puntos musicales en el reparto de habilidades, por lo que le encargaron que formara una banda de música, para ir alegrando la vida por ahí. La condición principal de esa banda era que estuviera formada por un integrante de cada pueblo.

(AYMAN)

Sin nombre nació de una abominación azul en un bidón tóxico.

CARABIRUBÍ (Segundo Clon)

Carabirubí nació en un parque móvil de la luna de Rhumba cuando el gran cantante Oh’ Pharis preñó con su música, y simultáneamente, a un árbol de levas y a una rosa de los vientos (de ahí su gran sentido de la orientación). Apenas unos minutos más tarde (breve intervalo que el vate aprovecha para continuar su gira galáctica), Carabirubí llegó en las amorosas alas de un cigüeñal a los ineficaces órganos manipuladores de sus progenitores, conociendo en cabeza propia el tacto del cemento armado que recubría el acero del suelo (de ahí que tienda a perderse en los momentos más inesperados).

Tras una infancia plena de encantos mecánicos y juegos florales, en los que destacó por su dominio de la rima, nuestro protagonista alcanza la pubertad, que le recoge y le traspasa a la adolescencia, momento en el cual adolece de ciertas melancolías viajeras y desea emprender un viaje en pos de Oh’ Pharis, cuya ausencia le provoca noestalgia. Durante 225 años vaga de planeta en planeta y vaguea de constelación en constelación. Un día, solo, cansino y desamado, escucha que en la ciudad EspacioPuerto podía existir la posibilidad de un encuentro con intrépidos aventureros que surcaran los universos desconocidos en 42 naves noderales, a la búsqueda de retos y remares que pusieran a prueba los corazones más templados. Decide esperar rumores más calmos.

Cien años más tarde, tras haberse curtido en el arte y oficio de la sanación Porquesi, cuando las malas lenguas se hubieron envenenado al morderse a sí mismas en besos autárquicos, se desplazan decires de más placided, por lo que decide reunirse en ciudad Espacio Puerto con un grupo de pringados para conseguir un poco de ropa decente y proseguir así la búsqueda de Oh’ Pharis, cuyos ecos se mezclan en la Vía Láctea, desprendiendo un aroma a achicoria que sus ansias beben mientras ansían encontrar su loco ameno (lo que en este caso también podría referirse a su progenitor).

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