Siguiendo la muerte
por Belid
¡Puff! Ahí estábamos todos, los cinco, cansados y agotados después de una fiesta loca. Eran las 00:45 de la mañana. De repente llamaron a la puerta. Fui a abrir… no había nadie, solo una caja. La cogí y la abrí. Todos estábamos preocupados, porque mi amigo Karl no estaba allí. Todo era muy raro.
–Supongo que habrá ido a tomar el aire –dijo Rocky.
–No lo sé, supongo –dije yo–. Bueno, pongamos el CD que hay dentro de la caja.
Empezó a sonar.
–Saludos, amigos, vuestro amigo Karl está secuestrado. Si queréis saber más de él, tendréis que buscar más CD como este. Tenéis hasta las 6:05. Es la 1:00, así que empieza el juego. Buena suerte, ¡chao!
–¡Oh, no! ¿Ahora qué hacemos? –dijo Mark.
–Tendremos que buscarle –propuse.
–Ya, pero este castillo es muy grande –se quejó Rex.
–Mira el lado positivo: tenemos cinco horas –intervino Rocky.
–Deprisa, entonces, que si no Karl va a morir –apremió Rex.
–Bien, empecemos por la cocina –propuso Rocky.
Fuimos a la cocina, llenos de miedo por dentro.
–Bueno, busquemos ese CD –empezó Mark.
–Voy a ver por los cajo… ¡Ah! –Rocky no terminó, porque de repente las ventanas se abrían y se cerraban solas. El grifo goteaba y ratas pasaban por los suelos.
–¿Estás bien? –se interesó Mark.
–Sí, pero tengo miedo.
–Es mejor que vayamos en grupo –dije yo.
–Mira –señaló Rex–, tengo el CD, pero ¡qué asco!, estaba metido dentro de una cazuela con algo raro, un tipo de líquido verde, negro y rojo.
Todo era muy confuso. Volvimos al punto de partida y pusimos el CD.
–Hola, veo que ya habéis encontrado el segundo CD; os dejaré ver a Karl, miradle. –Después de un minuto de la imagen de Karl–: Bueno, ya le habéis visto. Adiós.
–¡Puff! Aquí hay gato encerrado –dije yo.
–Vamos hacia el salón, debe haber algo –propuso Rocky.
¡Ahhh! Que horror. La tele no se apagaba y se veían cosas terroríficas. La puerta chirriaba, sin parar de moverse.
–Vamos a mirar debajo del sofá –sugirió Rex. No había nada. Ya era la 1:40. Buscamos por todos los rincones, pero solo había telarañas.
–Hemos buscado por todos sitios y no hay nada –se quejó Mark.
Empecé a pensar, y de repente una lámpara se cayó; nos fijamos en ella y encontramos un CD. Volvimos para ponerlo.
–Vais rápido, ja, ja, ja. Vuestro amigo está bien. Os daré una pista: necesitaréis una linterna. Buena suerte.
Miré el reloj: las 2:10.
–Vamos, chicos, iremos al baño. –Seguimos a Rocky hasta allí. Mark abrió el retrete y gritó.
–¡Aaaaaaahhhhh! ¡Serpientes!
–Tranquilo, Mark –consoló Rex.
–No te preocupes, son solo serpientes de goma –aseguró Rocky
Todos sentíamos miedo, y yo escalofríos. Pero seguimos buscando, y por fin encontré el CD en el vaso de los cepillos de dientes. Pero qué horror, había unas cucarachas… Volvimos al salón, cogí una linterna y pusimos el CD.
–Hola, nos vemos otra vez. Os daré otra pista. Necesitaréis ocho CD y ya tenéis cuatro; bien, vais por la mitad. Cuando tengáis los ocho llegará la prueba final. ¡Ja, ja, ja! Adiós.
Decidimos ir al garaje. Daba mucho miedo porque estaba todo oscuro. Había ruedas, libros, y otras cosas. Empezamos a buscar. Eran las 2:57 y nada. Por fin, Rex lo encontró dentro de un libro escondido tras la estantería.
–¡Puff! Cada vez las pruebas son más difíciles –me quejé.
Yendo hacia el salón veíamos en el suelo cosas que crujían. Daba tanto miedo que no queríamos ni mirar hacia abajo. Cuando llegamos al salón, pusimos el CD.
–Bien, bien, bravo. Quinto CD. A vuestro amigo os enseñaré. –De nuevo un minuto con la imagen de Karl–. Como habéis visto, está bien, no hay nada grave hasta ahora. Adiós.
–Ahora a las habitaciones, tenemos que subir las escaleras –dijo Mark, y todos estuvimos de acuerdo.
Estábamos subiendo las escaleras y de repente se apagó la luz; todos gritamos presos del pánico. Encendí la linterna, lleno de miedo como mis compañeros. Mark, Rocky y Rex me seguían. Atemorizados, vimos una sombra de alguien. Subimos. Al dar la vuelta me asusté, pero solo era una silla, y encima una maceta con flores.
–¡Puff! –dijimos todos.
–Menos mal –dije yo. Sentía el sudor bajando por mi rostro.
Entramos en la habitación y nos pusimos a buscar.
–¡Ahhhh! –Mark había gritado porque al abrir el armario cayeron peluches de osos con ojos rojos. Rex y Rocky, al quitar las mantas de la cama, gritaron de terror. Se pusieron pálidos, porque dentro de la cama había una calavera y su cuerpo. Mark encontró el CD; estaba metido en la mano del esqueleto. Miramos la hora y eran las 3:52. Pusimos el CD.
–Hola, otra vez. Vuestro amigo Karl está bien, pero vuestra pista es que al final lucharéis contra mí, ja, ja, ja.
–¡No! ¿Por qué? –grité yo. No me contestó. Entonces me puse a pensar–. Ya sé, todavía no hemos mirado en el balcón grande; el CD debe estar allí.
Allá fuimos, y Rocky lo encontró; tanto buscar y al final resultó que estaba en las flores enterrado en la maceta. Bajamos y lo pusimos.
–Pero, ¿qué…? ¡No funciona! –dijo Rex.
–¿Por qué no funciona? –se interesó Mark.
–¿Por qué será? –sonó una voz burlona.
–Esa voz me resulta conocida –aseguró Rocky.
–Sí, soy yo –dijo el malo.
–¿Cómo?, ¡es un robot! – exclamó Rex.
Empezamos a pelearnos, pero nada, todo era en vano. Estábamos todos cansados, en cambio el robot no. Yo estaba sangrando, creo que me había hecho una brecha en la frente. Mark sangraba por las rodillas, al igual que Rocky. Rex estaba inconsciente, pero conseguimos despertarle.
–¿Qué hay del último CD? –le pregunté.
El robot respondió:
–Lo encontraréis si conseguís derrotarme, pero eso lo dudo mucho. ¡Ja, Ja, Ja!
–Ya me he cansado –dije.
Pero entonces Rocky le agarró un brazo, Mark el otro y Rex de la espalda. Cogí un cuchillo, vi una abertura en el robot y caí en que era su corazón electrónico.
–Adiós, ¡ja, ja, ja! –dije, ¡zas!, se lo clavé y todo se acabó. Habíamos vencido.
El robot desapareció de repente y cayó un CD. Lo pusimos. Vimos dónde estaba Karl. En el ático.
–¡Vamos! –apremió Rex.
Llegamos a la puerta, cerrada, y entre Rex y yo la echamos abajo. Karl estaba atrapado en una red. Con el mismo cuchillo con el que habíamos derrotado al robot le desenredamos.
–Gracias, chicos, sabía que no me fallaríais.
Entonces miró el reloj. Las 5:59.
–¡Chicos, corred! Hay una bomba puesta a las 6:05, tenemos que salir volando de aquí.
Corrimos con todas nuestras fuerzas.
¡Boom!, ¡BoOM!, ¡BOOM!
Pero estábamos a salvo. Entonces, todos juntos, chocamos las manos y celebramos que todos seguíamos vivos.
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