El gazapo de Rokafel
por El Ra; ilustraciones por Casandra
Había una vez un gnomo pequeño que se llamaba Rokafel. Medía 10 centímetros, tenía 14 años, vestía con un sombrero azul claro y traje de color azul oscuro, casi negro, tenía los ojos grandes y brillantes de color marrón. Vivía en una pequeña aldea de nombre Gafankel.
Una mañana, mientras estaba con su madre en busca de frutos secos y animales, Rokafel encontró un pequeño gazapo perdido al que intentó capturar para poder domar y que fuera su mascota. La madre de Rokafel apareció y le ayudó a intentar capturarle, pero no lo consiguieron porque se cansaron pronto, de modo que el gazapo aprovechó para escapar.
Al día siguiente, la madre de Rokafel se despertó y fue a una fuente a beber agua. Entonces se fue sola en busca del pequeño gazapo, mientras su hijo dormía. Pasadas dos horas, el pequeño gnomo se despertó y fue a la habitación de su madre para preguntar sobre el desayuno, pero no la encontró y se fue en busca de ella. Pasó por la fuente donde su madre había bebido agua y buscó el rastro como si fuera un perro.
Mientras Rokafel la buscaba, la madre encontró al gazapo y le intentó capturar pero no pudo. El hijo había oído algunos gritos de su madre y fue corriendo en busca de ella. Después de 5 minutos, la encontró; se hallaba en el suelo sin energía para luchar con el gazapo. Rokafel luchó contra el animalito pero no pudo aguantar demasiado, ya que era muy débil. Mientras estaba en el suelo, el gazapo huyó otra vez. Los dos gnomos se fueron a casa con mucho dolor por la dura pelea.
Después de una semana, se recuperaron de todas las heridas provocadas por el gazapo. Y otra vez fueron en busca de él. El pequeño roedor ya había crecido y se había convertido en un conejo albino. Rokafel y su madre se alistaron para la busca del conejo. Salieron de su casa y, después de 2 horas de camino, se encontraron al conejo. Lo que no sabían era que había crecido. Lucharon durante una hora, hasta que los 3 estuvieron cansados.
Pero Rokafel tenía un silbato especial para la llamada de los demás gnomos así que lo utilizó y todos los gnomos de la aldea fueron al lugar de la lucha. Pelearon todos juntos contra el conejo y pudieron vencerle, aunque más de la mitad cayeron rendidos. De esta manera, Rokafel consiguió su mascota. Dos horas más tarde, el conejo se puso contento porque le habían puesto nombre, Mahuk, y pronto se acostumbró a vivir con los gnomos. El gnomo y su madre se alegraron de no tener que caminar, pues por fin tenían un transporte.
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