El tiopájaro de las botas escamosas

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tiopajarracopor Diego

El Tiopájaro este vivía en una islita solito. Era un chico alto, vestido como un pájaro, muy fuerte, con la tableta bien marcada. Cierto día, fue a una parte de la isla que estaba inexplorada. Nada más tocar con la mismísima porción de su pie esa tierra desconocida, le vinieron a la mente unas imágenes rarísimas: una chica de espaldas completamente distorsionada. Cuando nuestro Tiopájaro le iba a dar la vuelta para ver su rostro, las imágenes cesaron y volvió en sí.

Decidió regresar a su casa porque estaba cansado de tanto recuerdo raro. Ya por la noche, después de cenar fruta y colocar sus cosas, lo mismo de siempre, se dispuso a descansar un poco. No lo logró, ya que soñaba con la chica de antes y, al intentar darle la vuelta, se despertaba. Sin embargo, la siguiente vez que consiguió conciliar el sueño, ya no intentó darle la vuelta. Le hizo un par de preguntas y, sorprendentemente, la chica contestó con unas enigmáticas palabras: «Ya lo descubrirás a su debido momento».

Al despertarse, ya era de día. Se levantó, cogió su ropa –bueno, su «armadura»– y sus botas escamosas hechas con piel de boa constrictor, una de las serpientes más peligrosas de la isla, se puso su peto de plumas negras, sus botas y sus pantalones. Saludó a Rocky, Lili y Curre, unos cocos con una cara dibujada. Salió a por el desayuno, un poco de fruta. Ya desayunado y con fuerzas, se dispuso a volver al territorio desconocido. Después de varios minutos decidió adentrarse. Al cabo de unas horas de exploración infructuosa, clavó en el suelo un palo y, al ver su sombra, decidió que era hora de ir a comer. Cuando se dio la vuelta para irse a casa vio algo misterioso que sin duda hacía un momento no había estado allí. Acercándose sin temor a grandes zancadas, encontró un pequeño templo en ruinas. Se adentró en él y vio en el centro unas escaleras que descendían. Se apresuró a bajarlas casi corriendo, pensando en las palabras de la chica de sus sueños. Encontró un laberinto que recorrió sin problemas hasta que llegó a una sala «top secret», en cuyo centro había una foto y una lanza brillante. Al tocar la foto, sufrió otro ataque de recuerdos raros; esta vez se le vino a la mente una cara desconocida, tal vez la de la chica de espaldas. Detrás de la foto había un texto escrito, en el que se podía leer: «soy tu madre y seguramente te estés preguntando cómo puedes leer esto; siento revelártelo en el reverso de esta foto , ya que es el único medio en el he podido hablarte. Te llamas Damascus y estás dentro de una especie de cúpula. Tú tienes catorce años y te borraron la memoria para separarte de mí. En tu casa hay puestas cámaras y micrófonos para espiarte, si no me crees, mira entre Rocky y Lili.»

Cuando el chico se guardó la foto y cogió la lanza, recordó todo; que se llamaba Damascus krendle, tenía catorce años , nació el 2/12/98, su madre era la de la foto, es decir, la chica de sus recuerdos y, lo más importante, que se encontraba dentro de una cúpula en la que le había metido su padre, un desgraciado sin sentimientos. Al llegar a casa, se comportó como siempre pero lo único que hizo distinto fue colocar bien a Rocky y Lili, y mirar disimuladamente a la cámara que había detrás del coco. Se preguntó cómo podía no haberse dado cuenta antes de que tenía más de quince cámaras en su casa. Damascus estuvo más de tres días buscando salidas a esa isla o mismamente alguna trampilla o algo extraño que las delataran y, como sospechaba, así era: había una trampilla en un extremo de la isla, en una pequeña playa, la cual encontró por el sonido de la pisada, porque sonaba hueco. Había un árbol muy grande cuya copa estaba aplastada contra la parte alta de la cúpula y había muchas cámaras ocultas entre los árboles. Ahora le tocaba pensar a Damascus el método de esquivar esas cámaras, que fue muy creativo. Estuvo haciéndose un castillo encima de esa trampilla para ocultarla de las cámaras, cosa que le llevo muchísimo tiempo y un buen par de enfados. Después de tanto esfuerzo y de tantas horas haciendo su castillo, logró hacerse una estructura que no tardaría mucho en caerse pero que de momento le ocultaba de las cámaras. Cuando consiguió levantar la trampilla, avistó un pasillo enorme con paredes blancas y bien iluminadas. La estructura cesó, se derrumbó ante sus pies, dejándolo al descubierto ante las cámaras ocultas. Hubo un estruendo enorme en la isla y todas las cámaras se volvieron hacia Damascus. El chico, nervioso, cogió la lanza que llevaba siempre con él y de un salto se metió en el agujero. Corrió todo lo que pudo y más para alejarse de aquel lugar pero, de repente, chocó con alguien en medio del pasillo. Damascus cayó al suelo dejando la lanza a su lado, miró la cara de aquel individuo que no paraba de reírse y, al lado, estaba su madre retenida por él. Las primeras palabras de aquel hombre fueron: «y pensar que tú eres mi hijo y que vayas vestido con esas pintas; no me extraña que os abandonara a ti y a tu madre». Damascus, sollozando y con los ojos borrosos y llenos de lagrimas, cogió la lanza y se la clavó en el pecho a su supuesto padre, que cayó al suelo mirándole con una expresión en la cara como pidiendo disculpas. Cuando ya estaba muerto en el suelo, Damascus liberó a su madre, a la cual llevó a la salida. Pocos minutos después de hacer una llamada, se presentaron allí policías y médicos. Ese mismo día todos los que trabajaban para su padre fueron detenidos por los guardias. Los médicos no pudieron hacer nada por el hombre y Damascus volvió a vivir con su madre felizmente como antes.

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