por Glorika Adrowicz

He estado mirando a un enfermo. De alguna manera, ha sido una traición, quizá hasta cierto punto consentida. Lo he mirado con total apertura, permitiendo que entrara en mí sin restricciones, desde la admiración y la confianza. Le he permitido hacerse copartícipe de mi vida, copensarme en las decisiones vitales así como en las anodinas. Lo he escuchado. Sus palabras enfermas de vacío, sus estructuras engarzadas en una realidad fabulosa que él asumía incierta, ni siquiera existente en su imaginación perdida. Incluso, en ocasiones, me ha tocado, lo he tocado, hemos compartido un espacio físico, lo más sólido de esta relación; ahora comprendo el hedor, antes camuflado por ilusiones ya perdidas.

Hoy sé que estaba enfermo, que su propia mirada pudría la belleza; que su lengua solo se complacía paladeando miasmas; que su piel corrompida sufría con el tacto.

Ayer se fue. Hasta nunca. Solo, como siempre había estado.

Puede volver al índice de Lee Los Lunes nº 4 dando clic acá.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.