por Saic

Se trataba de un caluroso día de verano, en un pueblecito llamado Hitesa, donde vivía un niño de nombre Taca. Taca era de estatura media, pelirrojo, bastante fuerte y con los ojos marrones. Un buen día en Hitesa, el chaval se dirigía al río a lavar la ropa. Solo había andado kilómetro y medio cuando de repente se le apareció un señor vestido de verde. Taca se quedó asombrado al verle. Al paso de un rato, el señor, comenzó a hablar.

–Hola Taca, mi nombre es Seneto y vengo para que elijas entre dos caminos, el derecho y divertido, o el izquierdo y mortífero–. Taca se quedó pensando durante un ratito, pero al final se decidió por el camino derecho. Caminaron durante horas y, como dijo Seneto, se encontraron con rampas de agua enormes. Cuando entaban en las rampas, Taca se percató de que Seneto le había llamado por su nombre sin él decírselo. Pararon un rato para descansar y fue cuando el niño le preguntó. Seneto le comentó que él era un mago que venía del planeta Sílico desde el que veían todo lo que hacía la gente en el mundo. Estuvieron hablando durante un rato, y al final Taca entendió todo lo que ocurría. Al quedar todo claro, prosiguieron su camino. El chico todavía no sabía adonde le llevaba su compañero. Cuando llegaron al destino, Taca observó un cartel de unos quince metros de alto, extremadamente luminoso (tanto que hacía daño a la vista). En el cartel ponía lo siguiente:

El que prosiga su camino hacia delante, tendrá que enfrentarse a todas sus pruebas.

La primera prueba consistía en entrar en un laberinto y, en cuanto comenzase a caminar, empezaría a dar vueltas hasta que muriese, aplastado por la fuerza centrífuga. Taca, antes de entrar, se dió cuenta de que las paredes tenían unos soportes en la parte superior. Seneto ayudó al chaval a agarrarse, y Taca se pasó todo el laberinto. La segunda prueba trataba de ir pisando piedras en un lago, y algunas piedras contenían minas que se activaban con el peso del cuerpo en el interior de la roca. El chiquillo observó que podía ir por el agua sin arriesgarse a morir, y lo hizo. Pasada la prueba, llegó al fin la tercera, última y más difícil de pasar, según le comentó Seneto por el camino entre cada prueba. Antes de comenzar, como anteriormente, Taca observó la prueba. Constaba de: unos pinchos con veneno en la punta en cada pared; se activaban llamas de fuego si pisabas alguna baldosa del suelo; y, por el techo, ventiladores gigantes empujando con la fuerza del aire hacia el suelo. Taca se arrancó a andar hacia la prueba, pero Seneto se puso a hablar con él y llegaron a la conclusión de que lo iba a intentar Seneto. Al comenzar la prueba, esquivaba todo, pero cuando se acercaba al final, apareció un martillo gigante que lo lanzó contra una pared. Taca se acercó rápidamente a Seneto y el señor le dijo:

–Corre ahora que están desactivadas todas las trampas y lo puedes pasar sin peligro.

El chico echó a correr y no miró atrás. Pero tuvo que parar de correr porque había una pared con una puerta. Se disponía a abrirla, pues estaba cerrada, se puso a buscar por todos los lados la dichosa llave, pero sin resultado alguno. Se registró los bolsillos y encontró una horquilla que no sabía como había llegado hasta ahí. Consiguió abrir la puerta y allí había un gran, pero gran y brillante cacho del material más deseado del mundo, que era un pedacito de oro comestible que, si se tomaba la cantidad exacta, podía resucitar a los muertos. Al lado de dicho material había una carta cuyo mensaje decía:

La cantidad que tienes que poner es la edad del difunto multiplicado por doscientos cincuenta y, el resultado, menos cincuenta.

Esa sería la cantidad en miligramos. Fue pesando en una balanza que había al lado. Cuando lo consiguió, fue a donde Seneto y se lo introdujo en la boca. Al ir derritiendose, hizo efecto y el señor comenzó a respirar y moverse. Cuando estaba recuperado, se fueron por la puerta abierta anteriormente. A la salida, había un cartel que ponía:

Si tu conseguiste escapar, al malo lograste matar.

Al leer esto, los dos se pusieron muy contentos. Seneto le comentó que tenía que regresar a su planeta, pues le necesitaban. Taca se giró un momento para mirar una cosa y, cuando fue a hablar con Seneto, él se había ido ya. El chico se fue a continuar con lo que iba a hacer al principio. A lavar la ropa.

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1 pensamiento sobre “El mago de Sílico

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