por Paula Cilleruelo Gordaliza

Reflexión I

A veces me pregunto para qué estamos aquí. Nuestra vida está programada, al menos lo que se supone que debería ser la vida adecuada: crecer, estudiar, trabajar y morir.

En esta cadena, ¿dónde está vivir? Lo olvidamos, aun siendo lo más importante.

A lo largo de la vida tendremos buenos y malos momentos, descubriremos nuevos sentimientos y nuevas sensaciones, como la falsedad o la mentira… pero, sobre todo, no dejarse influenciar por los demás, y ser uno mismo. Vivir por y para tu felicidad, sin que tenga que depender de nadie. Al fin y al cabo, todos somos humanos y, dentro de cada uno de nosotros… siempre hay un pequeño monstruo que alguien odiará, e incluso que alguien acabará amando.

Reflexión II

Ese momento en el que ya no sabes ni en quién confiar, ni en ti mismo. Ni si todo lo que te dicen es verdad, ni si los días son grises o azules; porque no te importa. Cuando todo el mundo te parece extraño porque ha cambiado; y no precisamente para mejor. Tal vez, la única que haya cambiado sea yo; que ahora veo las cosas de otra manera.

Responder a un «¿Qué tal?» con una sonrisa vacía por no saber exactamente qué decir respecto a ello. Esa sonrisa que nadie debería creerse, porque tal vez solo sea una fachada a un «No puedo más». Siempre ha sido más fácil decir que estás bien que explicar a unos oídos sordos lo que te pasa, ¿no?

Viendo pasar los días, sin emociones, rotos, vacíos, sin vida… Rota, vacía y sin vida. Así me siento día a día. Sola.

Puede que solo necesite un pequeño empujón para empezar a ser feliz. Tal vez un fuerte abrazo en el que pareciera que quisieran romperme… me arreglara.

Reflexión III

Me gustaría dejar de expresarme en pasado, de afirmar negaciones y abandonar los juegos de palabras. Porque, créeme, echo de menos acosarte a todas horas con tonterías que no tenían sentido hasta que se lo buscábamos.

Debería haberte avisado de que unas cuantas canciones llevan tu nombre y de que las margaritas huyen de mí porque las desvisto preguntándome si me quieres o no.

Culpo a la suerte de que hoy no estés contándome como te ha ido el día, y de que mañana no pueda contar contigo en el lugar que ya era nuestro, ni abrazarte con las ganas que manifiestan mis ilusiones.

Reflexión IV

Tal vez algún día sepa contarte que te escribí tanto que las palabras se convirtieron en tus pestañas y las utilizaba para pedir deseos cuando llegó el invierno. Que a pesar de que las estaciones pasan rápido, sobreviví a la ausencia de tus ojos.

Supongo que soy una chica lista, pero me enamoré como una idiota… Y lo peor; saber que habría funcionado.

Reflexión V

Quizá pasarán los años y nos olvidaremos de que un día nos mirábamos como si no existiera nada más. No recordaremos como temblábamos en nuestro primer beso.

Y se acabó. Dejamos de hablar. Ni te acordabas de mi número en tu agenda.

Pero un día, por la ciudad, nos encontraremos de la mano. Tú de una, yo de otra. Será raro, muy raro. Y nuestras cabezas empezarán a dar vueltas cual norias, mientras miramos al suelo al cruzarnos.

Mirando por el rabillo del ojo nos diremos adiós, y nuestros labios susurrarán de nuevo un: «No pudo ser. Sé feliz».

Reflexión VI

Vamos a ser de verdad, a ocultar el pensamiento, a mostrar el sentimiento.

Vamos a crear ríos de lágrimas que desemboquen en océanos de sonrisas, a hacer de cada despertar un amanecer.

Vamos a anochecer cada día con un sueño más cumplido, a abrazarnos como si fuese el primero de muchos, el último de miles.

Vamos a ser sinceros, a despedirnos cuando queramos y reencontrarnos cuando nos apetezca. Aprendamos a sonreír a los problemas, y a demostrarnos que en el fondo hay algo mucho más fuerte de lo que creemos.

Que ninguna despedida ha sido de verdad y ambos lo sabemos.

Vamos a ayudarnos, a pasar noches en vela, a dirigir las palabras más a los pensamientos que a los oídos, a contradecirnos continuamente, a discutir, a gritar, a besar, a abrazar, a soñar, a experimentar, a sentir.

No estoy hablando de amor, pero vamos a querernos. A querernos de verdad.

Reflexión VII

Me he perdido, hasta tal punto que no sé volver, que no sé quién soy. Necesito ayuda. De eso estoy totalmente segura, pero no puedo aceptarla. He perdido demasiadas piezas. He perdido la cabeza.

Reflexión VIII

Me duele leer tus “te quiero”. Escucharlos en mi cabeza, aún más. Recordarte. Más aún cuando sé que todo esto no ha existido. Que he perdido algo que jamás he tenido. Nunca ha sido verdad. Y… aun sabiendo que es así, te quiero, y nunca dejaré de hacerlo. Porque el recuerdo nunca muere, pero él mismo es capaz de matarnos a nosotros.

Reflexión IX

Cansada de decepcionar a la gente. Enfadada con el mundo.

Está claro que no puedo tener a nadie cerca, en ningún sentido. Soy como una bomba en un campo de minas o como un mechero prendido en una sala repleta de gasolina.

Reflexión X

No poder evitar que se te escapen un par de lágrimas, ni que después de eso te de un berrinche, te hinches a llorar y acabes con todo… Te escuecen los ojos y lo único que se te ocurre es dormir, pero no puedes. El insomnio invade lo que suele ser tu cansancio y lo transforma en recuerdo. En tu recuerdo, mi amor.

Reflexión XI

Miles de reencuentros después de miles de despedidas, sin saber qué hacer, sin saber si quedarse o volver una vez más. Quizás la solución sea irse definitivamente, tal vez nunca deberíamos habernos conocido.

Seguramente sólo tengamos que volver a conocernos.

Reflexión XII

La mejor manera de que no te rompan el corazón es fingir que no tienes uno.

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