por Abel Sánchez Fernández

El último compás ya languidece,
cediendo ante el silencio despiadado,
y veo cómo huyes de mi lado,
cómo todo tu ser se desvanece.

Tu sonrisa y tu voz que ya enmudece,
tu beso para siempre postergado,
tus guantes y tu abrigo desgastado,
son ahora niebla que desaparece.

Pues hace tiempo que mi mente ignora
cómo salvar tu imagen, tan querida.
Sin música, no puedo verte ahora.

Cuando de nuevo vuelvas a la vida
en otra melodía, en otra hora,
serás, lo has sido siempre, bienvenida.

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