por Hasnae; ilustraciones de Inés G. Frutos

Érase una vez una niña de ocho años llamada Laura. Vivía con su madre, su padre y sus cuatro hermanos en un pueblecito en las afueras de Madrid. Todos los días, tenía que recorrer un largo camino para llegar al colegio. Laura era la niña que peores notas tenía de su clase, no le gustaba nada estudiar. Siempre pensaba que los estudios no servían para nada.

Todo el mundo tiene sueños, y el de ella era llegar a ser médico. Pero siempre se desanimaba y decía que las familias pobres como la suya nunca podrían llegar tan lejos.

Pasados unos meses, Laura y su familia tuvieron que mudarse a la ciudad de Valladolid por motivos de trabajo.

Al mes siguiente, Laura se matriculó en el colegio «Inmaculada Concepción», que pertenecía a las Hermanas de la Cruz, muchas de las cuales también eran maestras. Cuando Laura llegó al colegio, una religiosa se dedicó completamente a ella; le enseñaba todas las asignaturas excepto inglés. Pero Laura seguía sin interesarse por los estudios. Cuando la profesora se dio cuenta del problema que tenía Laura, empezó a dejarla sin recreo, no salía a las dos, sino a las cuatro, o a las seis de la tarde e, incluso, le hacía llorar casi todos los días. Un día, la profesora cogió a Laura y se interesó por lo que le pasaba. Laura se abrió y le contó que su mayor sueño era ser médico, pero que sus antiguos profesores siempre le decían que una niña como ella, pobre, tonta, fea…, nunca llegaría a ser una persona tan importante como un médico. Su profesora, sorprendida por lo que estaba escuchando, le cogió de la mano y le dijo: «no te precupes, tú sabes que lo que te han dicho tus antiguos profesores es mentira, tú puedes llegar donde te propongas, porque puedes y yo te voy a ayudar a conseguirlo». Laura empezo a sonreír y secó sus lagrimas y ambas prometieron que Laura empezaría a estudiar desde ese momento. La hermana prometía ayudarla siempre, aunque no se lo pondría fácil. Entonces pasaron los días y Laura avanzaba muy rápido.

En tan solo un día, se aprendió las tablas de multiplicar. En otro día se aprendió los tiempos verbales, y así fueron pasando los días, las semanas… hasta llegar a ser casi la mejor de la clase, porque dos chicas siempre eran las mejores.

Laura había tenido que repetir 5º de Primaria y, desde entonces, aprobaba todas las asignaturas. Pasados dos años, cuando tenía que ir al instituto, se ponía todos los días a llorar, pensando que no era lo bastante buena y que iba a ser la que peores notas iba a sacar.

Bueno, se pasó todo el verano hasnaepreparándose para ir al instituto Nuestra Señora del Carmen, uno de los mejores de Valladolid.

El primer día de clase se sintió muy mal porque no conocía a nadie; lo mismo el segundo, el tercero… hasta pasar una semana.

Una mañana, el profesor de lengua les hizo a toda la clase un examen para ver el nivel que tenía toda la clase. El primer trimestre sacó un sobresaliente, siete notables y dos suficientes. En el segundo trimestre, sacó cuatro sobresalientes y seis notables, y en el último trimestre sacó todo sobresalientes. Durante todos los cursos, hasta segundo de bachillerato, siguió sacando las mismas notas.

Para ir a la universidad, fue a Inglaterra porque se sacó una beca, pero pasados unos años volvió a España, a Valladolid, con una carrera terminada y su sueño cumplido: ya era médico, y su familia y ella vivieron felices y comieron perdices.

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1 pensamiento sobre “Persiguiendo un sueño

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