¡Oh, tú! Elegía a una muchacha de aquí

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por Alejandro

Sí, eres tú, en tu realidad. Realidad de carne y hueso, al desnudo. Sin máscara. Ahí, y así pasas como siempre en ritual: portas tu garrafa de agua, nunca tienes prisa, y siempre sola. Sin expresividad, taciturna. Tu mundo es el de los silencios. Quizás tampoco pienses…

Eres joven, muy joven, quizás no hace mucho que para ti acabó la escolarización y puede que con ello hayas perdido por el camino del tiempo las oportunidades que para la mayoría de tus coetáneos son ya indiscutibles: procesos de socialización y aprendizaje truncados para ti (después de tantos esfuerzos que muchos hicieron durante tiempo para lograr unos mínimos niveles que para ti son máximos), participación de la cultura, visitas, salidas, asistencia a eventos, convocatorias, certámenes… todo un universo que enriquece a los destinatarios, nuestros adolescentes, que están formándose para conseguir un mundo mejor entre todos. Tú no. Fuiste retirada de este banquete, te ha sido negado el pan y la sal, porque «no puedes», «es demasiado para ella», «que encuentre otra vida es mejor»… Sí, tú has perdido a los compañeros y tu mente no se plantea la necesidad de amigos, chicos y chicas con los que reír, consolar, consolarte, debatir, discutir, acoger, aborrecer, conciliarse…, te han arrebatado la pandilla, la mayor necesidad de cualquiera a estas edades del despertar a la vida adulta. Te han borrado la poca sonrisa de tu alma que tuviste de niña y que los tuyos (tus colegas) te ayudaban a conservar, aunque tú no participaras en sus actividades; para ti eran tu referente y para los demás lo mejor que tenían para abrazar y querer, para formarte en la libertad. Todos, sin ti, hemos perdido…

Ahora, ya sola, encerrada en ti y en tu largo caminar, quizás no alcances a percibir el mundo que se abre. Lo veo en tu mirada, en tu rostro, tu expresión, en tu rumbo a ninguna parte… Toda una escenografía patética que me trae sufrimiento, mientras tú no sufres; aumenta mi rebeldía cuando tú muestras la docilidad impropia de cualquier lector que ojee esta dedicatoria mía. ¡Ojalá mis anhelos para tu se cumplan alguna vez!

La escena dentro de mí se culmina con la antítesis: tu lento caminar es el solista de un coro de bromas, relaciones personales, riñas, enfados y reconciliaciones, de encuentros y desencuentros, de carreras… Es el tiempo del segundo asueto, empleado por «los tuyos» (sí, a ti te pertenecen) para agredirse, transgredir la norma, buscar a alguien que ama…; todo un mundo de ilusión para compartir lleno de alegría, alguna soledad, bullicios, tan necesarios para todos como la fruta, el cigarrillo que a hurtadillas ellos comparten con otros; el beso de despedida de dos almas gemelas que deciden descubrir el mundo que se les abre.

Después, llega el tiempo de reanudar el trabajo: es la fascinante tarea continua del descubrimiento de significado. Nuevos mundos que se abren a los tuyos, a los vuestros, a los de todos, para que conozcan, proyecten y se proyecten, recreen, analicen, memoricen, concluyan los saberes de nuestra civilización y así «crezcan» y se humanicen. Y tú, afuera, alejada de estas experiencias fundamentales para crecer. Se diría que te necesitamos aquí y ahora y, sí, te necesitamos con la misma altura que los demás, que los tuyos, y la altura se logra con la humanidad de los otros humanos: su presencia, su comprensión, su alegría y simpatía, su ayuda, su dignidad. Valores que tienen que proyectar sobre otro humano y hacerlo lo mejor posible como tú, corazón mío, lo necesitas para llevar la humanidad de forma activa e interactuando con los iguales; y los más iguales no son los adultos (las persones mayores); tampoco los niños que quizás están más a tu nivel intelectual. No, son los del instituto. Ellos te darán todo lo que tú necesitas ahora, en este instante. Ellos te harán crecer, nadie te dará tanto. Es el mundo de la adolescencia, tu mundo.

Pero a ti, querida del alma (¿cómo te llamas?), te lo hemos negado por nuestras limitaciones. La preocupación de eminencias humanas dedicadas a la ciencia tiene largo recorrido, profesores de nuestros centros, muy concienciados, están en apoyo ¡y qué bien lo hacen! Pero… todo esto resulta insuficiente porque quizás falte la humanidad (que la tienen) del humano y, sobre esa «máquina» que en su largo recorrido va dejando afuera del sistema al distinto, al diferente, al carente, al indigente… y ahí, educanda por antonomasia, estás tú, en toda tu realidad, tal como eres, con la sonrisa fuera de ti, con los silencios dentro de ti, inapetente ya a los sabores que la sociedad brinda a los tuyos, desamparada a la acogida que todo humano necesita para alcanzar su techo de humanidad, con la indiferencia de todos, perdida en tus ensueños que no compartes con nadie –y ello te aísla más cada día del mundo que fue para ti y del que te alejas más y más, porque ellos se alejaron de ti cuando perdiste el contacto con ellos–. Estás perdida y nadie te buscará. Pero tú gana tiempo al tiempo, imaginando, creando, anhelando todo lo que una joven como tú puede anhelar, imaginar, crear, porque expresando, conociendo, discutiendo, «los maestros» están al caer y planificarán la vida de los hombres según nuestra realidad: ahí estaremos tú y nuestra corte como protagonistas en la obra más grande del mundo: la vida humana en la diversidad de hoy.

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